Cada quien tiene su manera de freír los huevos, y hay acabados y presentaciones para todos los gustos.
A mi abuela le quedaban lisos, con la clara blanquísima y brillante, redonditos como si los moldeara, la yema blanda, abultadita y cubierta por una película blanquesina donde se traslucía suavemente su color. Acostumbraba dejar caer una pizca de sal y a veces también de pimienta, una vez que los tenía en el plato. A mi madre en cambio, le quedaban los huevos fritos con los bordes tostados e irregulares, con unas arrugas en la superficie de la clara y de la yema, que resultaban de las burbujas que se explotaban. No eran feos porque el borde tostado parecía un faralao que iba del color beige al dorado oscuro y en ocasiones hasta marrón, si se les quemaban un poco. Un día en casa, mi madre se quedó con mi pequeño hijo (en ese entonces tenía solo uno) y le frío amorosamente unos huevitos, mi niño le dijo “Abuelita por qué haces los huevos arrugados, mi mamá los hace lisos”, ella entre risas le respondió “es porque soy vieja”. Ella me lo contó y finalmente comentó “nunca aprendí a hacerlos como mi madre (mi abuela) que le quedaban tan lisos y bonitos, a ti te quedan como a ella”.
La diferencia la hace la temperatura del aceite, mientras más caliente más burbujas. Este detalle fue aprovechado con mucho éxito por una vieja marca de aceite vegetal, que ya no existe en el mercado nacional, “si brinca no es branca” y a la pobre mujer que cocinaba con otro aceite “le pagaron los huevos del techo”. Lo que el comercial no aclaraba que el salto del huevo se debía a la elevada temperatura del aceite.
En un campamento vi un día a una mujer friendo huevos y pensaba, yo no los quiero así. No salía de mi asombro al ver que encima de que estaban arrugados, más que los de mi madre, los volteó y los aplastó con la espátula. Me sentí como los huevos. Le dije entonces con mucha gentileza, “quiero que me permita freír los míos”. Por supuesto que dijo que no, ya que se erigió como la freidora oficial de huevos de ese campamento, y tal cual ella lo hacía era como debía ser, otras formas eran a su parecer inadecuadas. Me tocó tener que comerme unos huevos arrugados y aplastados, pero… “es lo que hay”.
Los huevitos fritos más lindos que he visto, eran de codorniz, si fritos! por lo general los huevos de codorniz los vemos en las fiestas, redonditos y blanquitos ofrecidos para ser sumergidos en salsa rosada, que si no tienes cuidado, te cae una gota encima. Pues estos estaban fritos, y se veían preciosos, recostados en un cuadrito de pan que les hacía de camita y de borde decorativo, pues estaban elegantemente presentados en una fiesta, nunca he probado hacerlos así, pero es una excelente idea para cambiar la forma y evitar la gota de salsa rosa.
Mis favoritos, en cuanto a huevos se trata, son los hervidos y los como sin añadir sal porque me parece que la sal queda como no integrada al sabor original de ellos, que tienen su propia sal de un sabor muy atenuado pero que está allí, especialmente en la yema. Pero hace unos días escuchando a un cocinero en el canal Gourmet (no lo vi, sólo lo escuché y no supe su nombre) él decía que ponía los huevos a hervir en agua con sal porque la cáscara del huevo es semipermeable y permite que penetre la sal de manera homogénea y natural. Santo remedio y que detallazo, lo probé y resultó. Bueno hagan como yo, prueben a ponerle sal al agua donde hierve los huevos y tendrán un sabor exquisito.
Aunque pareciera que el manejo de los huevos es una cosa elemental, la verdad no lo es. Tiene su truco, sobre todo si de tortillas se trata. Así, un amigo que se declara tortillero y que prepara la mejor tortilla española, nos invitó un día para demostrar su arte, al pobre se le arruinó la tortilla al voltearla y quedó más parecida a un revoltillo. Voltear la tortilla es un arte complejo que requiere habilidad y destreza, ni hablar de una buena sartén que no la pegue.
Cuando de huevos se trata, todos tenemos historias que contar ¡Cuéntenme las suyas!
A mi no me gusta usar mucho aceite así que lo que hago es que en una sartén a fuego lento pongo el huevo y lo tapo. Mi mamá dice que son “huevos plásticos” porque no son fritos pero a mi me parece que quedan perfectos, como los de tu abuela! y no se me pegan ni nada.
Muy bien Claudia, la cocina es un arte que tiene técnicas, la libertad y el gusto de cada quien hace que aplique la técnica del mejor modo